¡Shabbat Shalom! Parashá Emor

En la lectura de la Torá de esta semana, aprendemos que ciertas exigencias del servicio exigen un mayor compromiso individual. Esto significa que, para servir en ciertas funciones, existen requisitos que no se exigen a quienes no lo hacen. Si bien a todos los Kohanim (Sacerdotes) se les prohíbe casarse con mujeres que no sean castas o estén divorciadas (se les permiten las viudas), el Sumo Sacerdote solo puede casarse con una virgen.

Viuda, divorciada, profanada o ramera, no tomarás a éstas; sino que tomará a una virgen de su pueblo por mujer.” Levítico 21:14

¿Por qué HaShem ordena esta restricción? A lo largo de la Torá, el Sumo Sacerdote es un representante especial de Di-s. Por lo tanto, aunque se supone que todos los matrimonios representan la relación que HaShem tiene con Israel o el Mesías con la congregación de los redimidos, el Sumo Sacerdote tiene mayor responsabilidad que el resto de los sacerdotes y el pueblo en general. ¿Es incorrecto, es decir, inherentemente pecaminoso, que un hombre se case con una mujer que no es virgen? No, pero para el Sumo Sacerdote, hacerlo le hace perder su servicio y llamado especial, ya que sería reemplazado por otro. Algunos se han preguntado al respecto: “¿Dónde están el perdón y la gracia de Di-s?”.

Tal pregunta demuestra una falta de comprensión tanto del perdón como de la gracia. Estos dos actos generosos de Di-s, al extenderse al hombre, no disminuyen ni eliminan sus normas ni sus exigencias. Más bien, se extienden al hombre con el propósito de mantener o establecer una relación entre Di-s y el individuo. De manera similar, el perdón no elimina la necesidad de restitución cuando es posible. En otras palabras, el Sumo Sacerdote que se casa con una mujer que no es virgen puede seguir en comunión con Di-s; pero simplemente no puede continuar como Sumo Sacerdote, porque no podría cumplirse una de las verdades que la posición del Sumo Sacerdote transmite al pueblo.

Uno sirve a Di-s como un privilegio; ciertos llamados tienen requisitos que deben mantenerse y cuando uno cree que la gracia de Di-s, mediada por el Mesías Yeshúa, elimina estos requisitos, está pensando más en sí mismo en lugar de en la santidad de Di-s. Los versículos restantes de este capítulo proporcionan una lista de imperfecciones físicas que también descalifican a un hombre para servir como sacerdote. Cosas como ser ciego, cojo, tener una nariz sin puente, una extremidad más larga que la otra, etc., hacen que el sacerdote sea incapaz de servir. Muchos al escuchar esto piensan que es injusto; estas cosas no son culpa del sacerdote individualmente. Esto puede ser cierto, pero uno debe pensar en la santidad de Di-s y Su derecho absoluto de regular Su servicio en el Templo según Sus estándares, en lugar de aplicar nuestras interpretaciones egoístas de lo que es justo.

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